jueves, 13 de agosto de 2009

Wakayama


El porqué elegimos Wakayama es una pequeña larga historia. El tema es que la península de Kansai, al sur de Kyoto tiene una costa bastante interesante y un centro no menos apañado. El problema del centro es que no está muy bien comunicado así que a menos que se tengan muchos días no es operativo visitarlo.
La costa en cambio sí ofrece varias zonas con onsen o con playas y vistas que merecen la pena. Cuando empezamos a mirarlo vimos que valía la pena hacer 2 cosas, ir a estas cosas y visitar Koya-san, un centro de templos en alta montaña donde se puede dormir allí.
El caso es que si quieres ir a Koya-san, las costas no da tiempo (insisto, a menos que tengas mucho tiempo). Asi que esto nos mareó un poco.
Shirahama parece ser una especie de Benidorm a la japonesa pero la guía indicaba que valía la pena, sobre todo porque cerca había excursiones chulas. Pero Shirahama está en plenas fiestas así que todo estaba ocupado.
Mirando la guía vimos Wakayama como la mejor opción para escaparnos al extremo de la península y después estar cerca de Koya-san. Para ir a Koya-san hay que coger 2 ó 3 trenes, un funicular y un autobús, así que la cosa se alarga a 3 horas más o menos.
Como justo estábamos mirando el tema de lo caro que es el alojamiento, busqué algún hotel barato sin mirar las recomendaciones y tal (craso error) y así nos fue.
El caso es que al llegar desde Kyoto estábamos algo cansados y era un día gris. Para colmo, estuvimos 45 minutos arrastrando las maletas porque no encontrábamos el hotel. Cuando lo encontramos el alma se nos cayó a los pies. Comparado con el hotel de Kyoto, nos costaba sólo unos 15 euros más barata la noche lo que hace que no sea nada barato.
Llamarlo hotel no es digno de un país como Japón. Debería ser pensión de mala muerte. El lavabo todo siliconeado por las fugas de agua. Aparte de minúsculo, tiene un sistema que hace que el agua pase del grifo del lavabo al grifo de la ducha.
Viendo el panorama, decidimos cancelar la segunda noche a lo que nos dijeron que nos devolvían sólo la mitad del coste (30 euros a la basura). Decidimos ir a comer y preguntar en la oficina de turismo.
La opción era adelantar la noche en Koya-san y así llegar a Tokyo un día antes, pero en Koya-san estaba todo lleno. Al decirle el hotel donde estábamos la chica de turismo se espantó y todo y nos recomendó que cambiáramos pero al que llamó el precio era demasiado alto (entre lo que iba a costar y lo que perdíamos por cancelar la segunda noche) así que decidimos hacernos los valientes y dormir las 2 noches allí.
Acto seguido cogimos un bus hacia la zona de la playa a ver qué tal (aunque estaba lloviendo y con muy poca luz). Nos equivocamos y acabamos en la última parada y para sorpresa nuestra, el bus cambiaba de número y hacía otra ruta de vuelta sin pasar por la estación así que teníamos que esperar 30 minutos allí a que llegara el bus que se convertiría en el que nos devolvía allí.
Al llegar, como era tarde buscamos un sitio para cenar y acabamos en un restaurante pequeño comiendo fideos con costilla de cerdo. La verdad es que cansados, algo mojados de la lluvia y enojados como estábamos, los fideos nos vinieron de lujo.
Como no podíamos adelantar los planes e ir hacia el extremo de la península era una locura, decidimos ir a Nara al día siguiente para aprovechar un poco que nos había quedado pendiente.

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